El turismo que ha de volver

El turismo que ha de volver

Cuando regrese el turismo la sociedad española en su conjunto volverá a funcionar con normalidad. Será el síntoma inequívoco de que habrá superado la pandemia y nuestro país podrá recuperar su principal industria. Ahora, el turismo y sus beneficios están en la UCI. Las pérdidas estimadas por la Mesa del Turismo para 2020 alcanzan 135.000 millones –casi el equivalente al conjunto de las ayudas previstas por Europa para España-. El diagnóstico es alarmante: la contribución del turismo al PIB se ha derrumbado desde el 12,4 por ciento en 2019 al 4 en 2020, lo que significa en términos contables un retroceso de 50 años. La hostelería podría ver desaparecer el 40 por ciento de sus más de 300.000 establecimientos, según la Asociación de Hostelería. El turismo, ahora se sabe es transversal, afecta a casi todos los ámbitos. La crisis de este sector supone un grave sunami económico que hay que afrontar con decisión e inteligencia.

El sector privado confía que Fitur, desplazado de enero a finales de mayo, pueda representar un punto de inflexión en las tendencias. La reactivación de la comercialización supondría, en un escenario favorable, la recuperación paulatina del turismo interno y la llegada de visitantes internacionales a partir del próximo otoño. Con mucha suerte se aprovechará algo el verano. Es sensato considerar que la plena restauración se daría en el verano de 2022 o inicios de 2023, en la confianza de que funcionen las vacunas y no aparezcan nuevos factores distorsionadores. Hasta ese momento habrá que subsistir con ayudas de Europa, los créditos del ICO, rebajas de impuestos, los ERTE, el apoyo de la banca y recursos propios.

Será difícil transitar lo inmediato, pero hay que llegar a la meta con los menos estragos posibles. En la andadura esperan inclemencias como las derivadas del Brexit –Gran Bretaña es un referente principal para España como mercado emisor- además del cambio climático –un verano caluroso en el resto de Europa podría resultar nefasto para el segmento de sol y playa- y la adaptación al ritmo de recuperación de los países vecinos.

Antes del Covid, el turismo español estaba adaptándose a los nuevos sistemas de comercialización, confrontando campañas como “miedo a volar”, la turismofobia, o a los efectos colaterales de la gentrificación…, se adaptaba ya a las demandas de sostenibilidad o digitalización, etc. El sector necesitaba respuestas y las tenía, aunque se antojaran lentas. Se trabajaba en el incremento del gasto medio de los visitantes. Y, además, se profundizaba en cómo recuperar un aparte sustancial de la facturación turística española desviada, en comisiones legítimas, a plataformas de intermediación –hablamos de cifras exorbitantes, gustosamente pagadas en pleno éxito-, de asegurar la conectividad aérea, de cómo conseguir la ansiada desestacionalización o de revalorizar destinos maduros.

Solo hemos de responsabilizarnos de lo que podemos controlar. En turismo es más que posible que se precise un acuerdo de Estado, un consenso que coordine 18 políticas públicas –por no entrar a valorar las provinciales o locales-, con las legítimas aspiraciones del ámbito privado. Y, por si fuera poco, hay que crear, casi desde cero, una política turística europea. Se requieren reaños. La situación solo se superará siguiendo las pautas sugeridas por los profesionales. Al menos 85 millones de visitantes, los de 2019, han de volver con sus divisas. Las necesitamos.

Alberto Barciela, miembro de la Mesa del Turismo
Artículo publicado en ABC (18 de enero de 2021)